jueves, 17 de septiembre de 2009

Un paseo por Patek Philippe


El 15 de septiembre partimos un pequeño grupo de periodistas a Ginebra para descubrir en algunos casos, ratificar en otros, el universo Patek Philippe, la manufactura de Alta Relojería independiente que acapara tres puestos de honor difícilmente alcanzables: el de haber creado el reloj más complicado de la historia, algunos de los relojes más caros del mundo y, por último, los mejor cotizados en subastas.
Con estas credenciales aprendidas, aterrizamos en la Manufactura de Patek Philippe en Plan-les-Ouates. Antes de compartir la comida en la cafería, en uno de los dos turnos en el que lo hacen los 1.300 empleados (más de un restaurante quisiera poder contar con el chef que diariamente cocina para estos privilegiados…), saludamos a Thierry Stern, el flamante Presidente de la Manufactura, que está acompañando en un cigarrillo solidario a los vendedores orientales que han venido a visitarle (hoy hay cuatro visitas, nos dicen, siendo nuestro grupo una de ellas).
Tras la visita, tengo el placer de entrevistar al señor Stern. La última vez que lo hice fue en 2007 en Basilea… Si desean saber de qué hablamos allí, les recomiendo que estén atentos al número de diciembre de Robb Report.
Finalizamos la jornada con una agradable cena en compañía de John Vergotti, director general para España y Portugal, quien nos acompañó a lo largo y ancho de nuestra visita, siempre con la sonrisa atenta y un comentario con el que aclarar la más mínima duda sobre la firma para la que tanto aprecia trabajar.



Al día siguiente, bajo un cielo gris que no se atrevía a romper en agua, visitamos el Salón Patek Philippe, en el 41 de la Rue du Rhône, un edificio de cinco plantas que pertenece por completo a la familia Stern. Impresiona la sala de recepción y exposición y, aún más, el último piso, en el que se reciben a los clientes como en casa, ¡y qué casa! Con vistas al lago, la elegancia, la tranquilidad y, sobre todo, el confort invitan al cliente a sentirse en su propio salón, frente a su propio mueble bar,.. y es que lo que más sorprende de la gente que trabaja o se acerca a la marca es que todos se sienten inmediatamente como en su propio hogar.

Tras la comida en el restaurante Le Sud del Hotel Mandarin Oriental, nos trasladamos al Museo Patek Philippe. Ahí es cuando nos cuesta articular palabra ante tanta belleza, tanta historia contenida en cientos de objetos para dar la hora en cualquier situación y para todos los gustos y las épocas…

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